El Tsunami, cinco anos mas tarde

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Lecciones a extraer

Lucie Barrault, Soline Richaud, Magda Toma y Emilia Zanchetta

En el momento en que Haití enfrenta una catástrofe natural de una gravedad extrema, creemos revivir el escenario causado por el tsunami en 2004: pedido de fondos extraordinarios, repetidas imágenes shock, y el despliegue de la consecuente acción humanitaria. Entonces podemos preguntarnos si realmente hemos aprendido de nuestros errores. Cinco años después del tsunami, ¿cuáles son las lecciones que podemos extraer de esta intervención para manejar mejor la catástrofe en Puerto Príncipe?

 

El 26 de diciembre de 2004, a las siete cincuenta de la mañana, hora local, un terremoto de una magnitud de 9,1 a 9,3 en la escala de Richter despertó a la isla de Sumatra. En tan solo algunos minutos, el equivalente a treinta mil bombas de Hiroshima sacudió a la región (1).

En las horas siguientes al temblor, el tsunami provocado afectó a Indonesia, Malasia, Tailandia, Birmania, Bangladesh, Sri Lanka y la India, y en una menor medida a las islas Maldivas, Somalia, Kenia y Tanzania. Alrededor de 300.000 personas perdieron su vida (2), de las cuales 170.000 sólo en Indonesia. Durante las horas posteriores al drama, el tsunami se expandió en nuestras pantallas de televisión.

A partir de ese momento la noticia se multiplicó invadiendo las ondas de televisión y provocando una compasión globalizada. Nunca antes un desastre natural había provocado una colecta de fondos múltiples tan significativa a nivel internacional público como privado. ¿Qué lecciones podemos aprender de la intervención sin precedentes en 2004?

Los medios de comunicación y
lo humanitario: una relación corrupta

Por primera vez en la historia mediática, un desastre natural se transformó en el centro de todos los medios de comunicación (televisión, radio, internet y prensa escrita), tanto en Francia como en el resto de la tierra.

En el caso del tsunami, los medios de comunicación no cumplieron solamente con el rol de informar al público, algunos también trasgredieron los límites de sus funciones “tradicionales”, transformándose en fundraisers y en ciertos casos, hasta en actores humanitarios. La diversidad de los medios de comunicación es grande, y no todos tienen estructuralmente la misma capacidad de análisis, de prospección y de reacción frente a un evento de esta amplitud.

La prensa escrita conserva generalmente su rol informativo, produciendo análisis más detallados y críticos, pero también solicitando la generosidad de sus lectores. Por el contrario, algunas cadenas de televisión aprovecharon la situación para aumentar su rating o televidentes, influenciando a la opinión pública a través de la reproducción incesante de imágenes y videos y la multiplicación de pedidos de donaciones.

Existía hasta ese momento una verdadera complicidad y un cierto equilibrio entre los periodistas y los actores humanitarios, una relación complementaria entre ambos, quienes actuaban como contra-poderes de injusticias cometidas por el gobierno o el sector privado.

Esta interacción funcionaba relativamente bien porque el rol de cada uno estaba claramente definido: las ONG nutrían a los periodistas de información confiable sobre los problemas padecidos por las comunidades, de reportes serios sobre diferentes temas; y al mismo tiempo, los periodistas, vía sus medios de comunicación, podían mediatizar una crisis y aumentar su audiencia, lo que favorecía la popularidad de ciertas ONG y aumentaba su recaudación de fondos así como, finalmente, su capacidad de luchar contra diversas injusticias y cumplir sus misiones.

Pero la catástrofe de 2004 ha desequilibrado, no obstante, esta relación, y en la crisis, la presión de la prensa sobre las ONG provocó efectos perversos. En dicho contexto, los actores humanitarios deben exponerse con precaución ante la prensa a fin de evitar toda presión de su parte.

Los periodistas tienen la costumbre de obtener información rápidamente, pero en el campo humanitario donde ellos quisieron involucrarse, no comprendieron que el aspecto de la instantaneidad de la información no se aplica al ritmo humanitario. El estudio de indicadores sociales, necesario para todo trabajo de reconstrucción, no se puede realizar en la urgencia.

En la era de los reality show y del prêt-à-informer, el tsunami fue considerado por ciertos medios de comunicación como una oportunidad de enriquecerse, una conducta indignante y voyeurista.

Sin embargo, la prensa causó algunos efectos positivos en la fase post-crisis, especialmente su compromiso en la colecta de fondos. Su intervención contribuyó a convertir esta tragedia natural en la más generosa y la más rápidamente financiada de todos los tiempos, con una generosidad doce o trece veces superior a la urgencia promedio de años anteriores (3).

El recurso Internet fue un instrumento clave para la recuperación post-tsunami. Los links en sitios web como Amazon y Google generaron diariamente millones de dólares en contribuciones privadas. En los Estados Unidos, aproximadamente la mitad de los 324 millones de dólares recaudados fueron donados online. En el caso de la oficina neoyorquina de Médicos Sin Fronteras, 16 de los 20 millones de dólares recolectados fueron vía Internet (4). Así pues, las relaciones con la prensa son un arma de doble filo y es fundamental mantener una cierta proximidad, al igual que una relación “tradicional” con ellos. Por esta razón, es importante que las ONG se anticipen y estén listas a enfrentar las expectativas, en algunos casos apremiantes, de la prensa.

La inconstancia de los mandatos de las ONG

Los excesos no estuvieron limitados únicamente al campo mediático: las asociaciones de solidaridad internacional también fueron responsables. Estamos obligados a constatar que las ONG que atrajeron la mayoría de donantes no fueron necesariamente las mejor establecidas en la región, ni las más experimentadas en este tipo de crisis. Algunas no poseían, en el momento de la catástrofe, ninguna representación local, ni experiencia en las áreas afectadas, ni tampoco objetivos claramente definidos.

Las ONG internacionales que recibieron las donaciones, tampoco supieron manejar con eficacia la urgencia que implicó esa situación. Un año después del tsunami, el primer recuento financiero realizado en Francia dejó mucho que desear: la mayor parte de las donaciones (66,5%), no había sido aun utilizado para el 31 de diciembre de 2005 (5).

A raíz de este flujo de donaciones, e incluso a fin de honrar las expectativas de sus respectivos donantes, algunas ONG cambiaron o “adaptaron” sus misiones al contexto. Habiendo sólo consagrado una mínima parte de los fondos a la fase de urgencia, se avocaron a acciones de desarrollo (con excepción de Médicos sin Fronteras, que – sin consentimiento previo del resto del sector humanitario francés – hizo un llamado para frenar los fondos una vez que habían recaudado lo suficiente para cubrir las acciones de urgencia).

Es necesario precisar que este cambio no fue exclusivo de las organizaciones no gubernamentales internacionales. Un cierto número de asociaciones locales, atraídas por la ola financiera, también “ajustaron” su misión para poder beneficiarse de los fondos proveídos. Al norte y al sur, hubo incluso ONG que fueron creadas para la ocasión, como el triste y célebre caso de la ONG francesa, El Arca de Zoé.

Es inevitable que surja la pregunta sobre la razón de ser de las organizaciones no gubernamentales: ¿Su rol es determinar cuántas escuelas, hospitales o cuarteles deben ser construidos? ¿Su rol es rediseñar el mapa de infraestructura de un país después de una catástrofe? ¿Sus acciones deben, en un contexto similar, ser una acción de urgencia o una acción de desarrollo?

La cacofonía humanitaria engendrada en el lugar durante los días posteriores a la tragedia, es sintomático de esta dispersión: competencia entre actores; inexperiencia, incluso amateurismo de algunos; repartición incorrecta de las acciones, redundancia de asistencia en algunas zonas, al mismo tiempo que una ayuda menor en otras, la cual no correspondió siempre a las necesidades; retrasos, etc.

Las consecuencias nocivas de la ausencia
de coordinación entre actores humanitarios

Uno de los hechos más polémicos fue sin duda alguna, la falta de acciones coordinadas entre las ONG y los actores comprometidos en la urgencia y la reconstrucción luego de la catástrofe. Hubiera sido importante tener un mínimo de armonía entre las diferentes acciones emprendidas o al menos, entre los procedimientos de concertación.

En la provincia indonesia de Aceh por ejemplo, no menos de una docena de agencias de la ONU y más de 400 ONG estuvieron presentes, sin poder encontrar otra manera de consulta que las reuniones (6), las cuáles no fueron muy exitosas. Las barreras lingüísticas, la falta de recursos humanos o simplemente, la escasez de tiempo, obstaculizaron la implementación de estos esfuerzos.

Debido a una verdadera ausencia de coordinación y de división de funciones, dos meses después del tsunami, la población de Aceh seguía sin acceso a instalaciones sanitarias básicas (7). Esta triste realidad no fue solamente el resultado de la fuerte competencia entre las ONG presentes en el terreno, sino también de su temor de perder autonomía en su campo de acción.

La intervención humanitaria post-tsunami se caracterizó por su falta de planificación, por una evaluación incorrecta de las necesidades reales de las víctimas, aun contando con una cantidad sin precedentes de fondos, lo que brindó una patética  imagen de amateurismo.

Además de esta falta de organización, los programas de rehabilitación a veces carecían de coherencia. La asistencia ofrecida a los pescadores es un buen ejemplo. La industria de la pesca se había reducido gravemente después de la catástrofe, sobre todo porque casi todos los barcos de pesca habían sido destruidos. Los barcos comenzaron a ser enviados de distintos lugares del mundo, sin saber si las necesidades habían sido satisfechas. Esta situación continúa hoy, cinco años después del hecho, se sigue proporcionando barcos a los pescadores afectados.

Los contextos político y económico
no fueron tenidos suficientemente en cuenta

Si bien, en la mayoría de los casos, los actores humanitarios trabajan con buena intención y voluntad, su intervención en el terreno puede desestabilizar el contexto local y perjudicar más que ayudar a las comunidades involucradas.

En el caso del tsunami, el desembarco masivo de ONG occidentales trajo aparejado una inflación de precios del 8% aproximadamente (8). En efecto, éstas invirtieron sin considerar el dinero recibido para poder implementar sus acciones, sin ser conscientes de que este derroche podría causar consecuencias en la economía local. Incluso ciertas ONG fueron acusadas de favorecer a algunos grupos políticos debido a su acción descontrolada y no reflexiva.

Como fue el caso de Sri Lanka, donde la ayuda extranjera no contribuyó al proceso de paz, al contrario, facilitó el aumento de desigualdades entre diferentes distritos. De hecho, la distribución de la ayuda no se realizó en función de las necesidades, sino de las prioridades políticas, lo que tornó más difícil concluir un acuerdo entre el gobierno y el LTTE (9).

Consecuentemente, las actividades de rehabilitación y de reconstrucción fueron implementadas principalmente en las provincias del sur, bajo control gubernamental.  Esta situación aumentó la frustración de las otras provincias y convirtió a las ONG en cómplices de las tensiones sociales.

La pasión que moviliza a los actores humanitarios debe ser controlada para evitar caer en la ingenuidad y en la torpeza con la que se manejan ciertas crisis. La cuestión de la neutralidad y la  imparcialidad, las dos condiciones sine qua non de la acción humanitaria, corren el riesgo de ser  fácilmente eludidas cuando la situación deviene fuera de control para las organizaciones, como fue el caso del tsunami en 2004.

Luego de esta crisis, podemos concluir que el modelo unilateral de asistencia Norte-Sur ha caducado. Estamos rumbo a la evolución y ruptura de esta lógica, y el escenario humanitario puede ser concebido con más realismo y con una mirada transversal. Mientras que el tercer sector ha madurado en muchos países y las ONG son actores reconocidos en el campo de decisión política, ¿cómo es aún posible partir intentar manejar una catástrofe sin contactar a las asociaciones locales?

Esta acción o falta de acción  puede ser comprendida en caso de que no existan asociaciones de base o locales en el terreno; pero no fue el caso de las zonas afectadas por el tsunami. Las organizaciones locales presentes en las zonas afectadas eran sumamente capaces; de hecho, fueron las primeras en socorrer a las víctimas (10). Este modelo casi neocolonial de ayuda, ignorante del respeto de las culturas y actores locales, no debe ser compatible con la manera de reaccionar de los actores humanitarios contemporáneos.

Es esencial comprender la necesidad y el impacto de la unión de fuerzas en una situación de crisis: una equilibrada cooperación entre las ONG internacionales y las asociaciones locales puede tener un impacto positivo en la comunidad y, en consecuencia, resultados efectivos en la reconstrucción.

En el caso del tsunami, la información hubiera podido ser mejor manejada, de forma más estratégica, a fin de facilitar que las mismas comunidades afectadas sean involucradas en la comunicación de sus necesidades y consecuentemente recibir una ayuda más apropiada a sus carencias.

La falta de una clara coordinación entre las ONG internacionales y las asociaciones locales pone en evidencia uno de los tantos desafíos con que nos enfrentaremos en el futuro próximo: la apertura dentro de las grandes ONG internacionales de un área avocada a la búsqueda de “socios” locales y activos en el terreno, con el objetivo de mejorar el manejo de las crisis, pero con la condición de posicionarse y trabajar partiendo del mismo nivel.

(1) Ciudad de Ciencias y de la Industria de Francia.

(2) Según la Oficina de Ayuda Humanitaria de la Comisión Europea : http://ec.europa.eu/echo/index_fr.htm

(3) HINTZY J., « Les dons pour le tsunami ont été 12 à 13 fois supérieurs à l’urgence moyenne des années précédentes », Techniques financières et développement, n°83, juin 2006.

(4)
Brennen Jensen & Nicole Wallace, “$406-Million has Been Donated to American Charities Helping the Tsunami Victims,” The Chronicle of Philanthropy, Jan. 13, 2005.

(5)
Tribunal de cuentas francés, « L’aide française aux victimes du tsunami du 26 décembre 2004 », janvier 2007, http://www.ccomptes.fr/fr/CC/Theme-32.html

(6) VÖLZ C., «Humanitarian coordination in Indonesia: an NGO viewpoint » Forced Migrations Review, special issue Tsunami,  juillet 2005.

(7) Idem

(8) SIVAPRAGASAM P.P. et BENEFICE J., « L’aide vu du coté des victimes », Economie et Humanisme, numéro 375 décembre 2005

(9) Liberation Tigers of Tamil Eelam.

(10) MIANI L., DAGORN J.-C., « Partenariat durable avec les ONG locales, un levier d’efficacité », Economie et Humanisme, numéro 375, décembre 2005.

Auteurs : Lucie Barrault, Soline Richaud, Magda Toma y Emilia Zanchetta: Estudiantes del Máster 2 Solidaridad y Acción Internacional, Instituto Católico de París.
Materia « Ética de la acción humanitaria », bajo la dirección de Pierre Micheletti.

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